quarta-feira, 19 de agosto de 2020

Reseña: Maravilla - Lavyrle Spencer


Sinopsis

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en un tranquilo pueblo de Georgia, Will Parker responde a un anuncio en el que se solicita un marido. Elly Dinsmore es una joven de veinticuatro años, viuda y embarazada. Cuando Will aparece, está encantada de tener a un hombre en casa, sin importarle las habladurías. Poco a poco, Will y Elly se van tendiendo mutuamente la mano y van descubriendo una pasión profunda, que ninguno de los dos había sentido jamás.

Otras reseñas de libros de Lavyrle Spencer 


Nunca sé cómo empezar las reseñas de esta autora, porque, excepto en dos ocasiones en que no me convenció su libro totalmente, casi siempre me deja con tantas emociones acumuladas que me cuesta ponerlas en palabras. A esto se suma el hecho de que es mi autora favorita en romance histórico, lo cual hace que no sea nada objetiva hablando de sus historias. Pero, como siempre, intentaré contarles lo que sentí con este libro y porqué, en mi opinión, todas las fans del romance deberían darle una oportunidad.

Maravilla es, ante todo, una historia de amor. Pero no una historia más de amor, ni una "simple historia de amor". Es una novela que nos habla de cómo la vida de dos seres humanos que no esperan nada grandioso, y se limitan a vivir su día a día de la mejor forma posible, encuentran, el uno en el otro, todo eso que les estaba faltando y aún no lo sabían. Una novela sobre la vida misma, como todas las de Spencer; donde personajes que podemos ser nosotros mismos desnudan su alma para que el lector sienta, desde la primera página, que está ahí, con ellos, sintiendo exactamente lo mismo. 


La historia nos sitúa en un pueblito de Georgia, Estados Unidos, en los años 40. Aquí conocemos a Will Parker, un hombre de 30 años, ex convicto, que vaga de lugar en lugar trabajando para sobrevivir, sin un sitio al que volver, sin nadie que lo espere en ningún lado; y a Elly Dinsmore, una mujer de 24 años, viuda, con dos hijos y uno en camino. Él no tiene nada en el mundo, ella solo a sus  hijos y su granja venida abajo. Por eso, cuando Elly publica un anuncio buscando un hombre que se ocupe de la granja y viva con ella, Will, aunque lo duda al principio, decide presentarse. Y es entonces cuando empieza la verdadera historia de Maravilla, la de un hombre en busca de un lugar donde quedarse y la de una mujer en busca de ayuda para salir adelante. La de dos personas bastante solas en el mundo y con mucho para dar.

Antes que nada debo decir que de las 9 novelas que llevo leídas de Spencer, esta, sin lugar a dudas, esta en el nivel superior. Antes de leerla sabía, por otras opiniones, que es considerada una de sus mejores obras. Y sí que hay razones para eso. Es un libro mucho más complejo, más intenso y más desarrollado que los otros. Yo lo colocaría, de momento, a la altura de Los dulces años. 

Y ahora, ¿qué no decir de este libro? Podría resumirlo en que lo amé completamente y pasa a ser uno de mis favoritos. ¿Por qué? En primer lugar porque es una novela al más puro estilo Spencer, y este es el de la intimidad, la intensidad, las emociones, la vida misma. No me canso de repetir que esta señora tiene un don para hablar de los sentimientos, logra describirlos de una forma que traspasa la página y te hace sentir en tu propio cuerpo, en tu corazón, cada cosa que sienten los personajes. Esto es algo que yo, como lectora, valoro muchísimo. Que me haga sentir algo, y en el caso de Spencer no es algo, sino todo. Sentí, en mi propia piel, la tristeza de Will, sus nervios, sus miedos a no ser aceptado; sentí también los temores de Elly, su inseguridad, su amor por los niños, su deseo de cuidar y proteger a los que la rodean. Y, por supuesto, sentí, poco a poco, ese amor tan grande que solo Spencer puede narrar valiéndose de personajes tan pero tan sencillos y humanos.


En segundo lugar, los detalles. Este libro está hecho de detalles, y ¡qué placer conocer cada uno de ellos! Parece como si la autora hubiera elegido con total detenimiento qué objetos añadir, qué escenarios crear, qué palabras usar. Es hermoso conocer ese pueblito, su biblioteca, sus habitantes, la granja de Elly, las plantas y flores que la rodean... La ambientación es un placer a la mente, mientras leía pude sentir el sol en la cara, el canto de los pájaros, el zumbido de las abejas, el sabor de la miel, el calor del hogar. Acompañe a Will y Elly en su recorrido por la granja, en cada comida, en sus momentos con los niños. Sentí las miradas, las palabras no dichas, los roces, el deseo vibrante, la necesidad, el amor.  

Claramente con semejante narración (que para mí al menos es excelente) no es un libro para leer apurada. Es para degustar de a poco, es una historia que va menos a más, donde la relación entre los protagonistas se cuece a fuego lento (muy lento) y donde cada mínimo momento es clave para el resultado final. Sin embargo, nunca resulta aburrido, no es pesado de leer, por el contrario es adictivo y tan atrapante que pasa el tiempo y una se pierde entre sus páginas y se olvida de todo lo demás. 


En el libro pasan muchas cosas, hay muchísimos momentos memorables, tiernos, dulces, de esos que te hacen cosquillas en el estómago al leerlos. Y todo gracias a los protagonistas que son únicos y hermosos, en todos los sentidos. Tomarles cariño no cuesta nada y por eso se disfruta tanto leer su día a día, sus avances, los cambios que se van dando alrededor de ellos y dentro de ellos. En este sentido la novela transmite melancolía, nostalgia y mucha dulzura. Hay, también, momentos tristes que me hicieron llorar y querer abrazar a Elly y Will, después de todo la novela está ambientada en un momento previo a la guerra y hay situaciones difíciles que hacen sufrir a los protagonsitas y al lector. Pero incluso en esa dureza que Lavyrle Spencer a veces añade a sus historias también hay belleza. 

Casi siempre digo que los protagonistas masculinos de Spencer son mi prototipo de hombre ideal. No son millonarios, no son hombres exitosos, no tienen el mundo a sus pies y no se creen superiores a nadie. Son humanos en el mayor sentido de la palabra, humildes, trabajadores, sencillos, sufren como cualquiera, trabajan para salir adelante y lo que tienen lo consiguen porque se esfuerzan; son hermosos por fuera, pero también por dentro, y por eso me encantan. Will Parker no es la excepción, pero prefiero que lo conozcan ustedes y descubran la maravilla de protagonista que es, porque si lo describo no termino nunca esta reseña. Simplemente voy a decir que lo amé.


Elly pasa a mi top de protagonistas Spencer favoritas. ¡Qué mujer! La adoré completamente, no solo es una persona que desborda bondad por todos sus poros, sino que es una madre en mayúsculas. Es tan cuidadosa, tan dulce y cariñosa, tan considerada, tan.... tantas cosas. Es maravillosa. Me encantó su relación con los niños, su forma de tratar a Will, su manera suave de querer llegar a él, su humildad. En este aspecto amé que la autora narrara, como siempre, no solo un amor romántico entre hombre y mujer, sino también un amor puramente humano, de madre, de amiga. Amor humano, amor por la naturaleza, amor por las cosas simples, amistad, todo eso aparece en este libro.

Quiero destacar algo más que amé de este libro (aunque ya sé que se nota que amé todo) y es la intimidad. Pero no hablo de una intimidad sexual, porque si bien la hay (y es maravillosa), lo que en realidad destaca en esta novela es la intimidad no sexual. Con esto me refiero a los momentos e infinidad de detalles que crea la autora para desarrollar la relación de los protagonistas. No creo haber leído antes otro libro tan íntimo, intenso e, incluso, con escenas tan sensuales que no tiene nada de sexuales: las miradas, los roces, las palabras, los gestos, las caricias, el cuidado de una persona por la otra, el amor puesto en un plato de comida por parte de Elly, el amor puesto en el cuidado de la granja por parte de Will. Eso y miles de pequeñas cosas más hacen que la historia sea tan intensa y compleja a la vez que sencilla. Spoiler Escenas como la de Will ayudando a Elly a parir o mirándola con amor mientras ella amamanta, me parecieron sublimes. Fin spoiler

Por supuesto el talento que tiene Lavyrle Spencer para describir momentos sexuales y no tan sexuales no tiene comparación. Para mí hace poesía al describir un beso, hace que una caricia parezca un terremoto... Les dejo una pequeña muestra de lo que hablo:

No fue un beso apasionado, sino un contacto lleno de inseguridades. Vacilante. Indeciso. Una unión del aliento más que de la piel. Mil preguntas encerradas en el roce trémulo de dos bocas tímidas mientras sus corazones tronaban y sus almas buscaban.


Hacia el final hay un poco de tensión y está el miedo a que pase lo peor, pero.... El final es ♥ único. 
Quiero destacar también a los personajes secundarios, especialmente a la señorita Beasley, la bibliotecaria. Un personaje hermoso. 


Después de todo lo dicho no quedan dudas de que este libro me enamoró completamente. Maravilla es una historia de amor en mayúsculas que creo cualquier lectora que se anime a ella le va a encantar. Protagonistas hermosos, escenas únicas, sentimientos a flor de piel, emociones alteradas en ciertas partes y un final que te deja con una sonrisa pintada y esa sensación de plenitud por todo lo que viviste leyendo.


Puntaje: 5/5


Related word

Joan Salvador Y Los Hermanos Jussieu: Viaje Por España Y Portugal (1716-1717)


"Lo dia 8 [abril 1717], dijous, partirem de la Miallada... Després, anant muntant, arribàrem, després d'haver fet una lleuga bona, al convent de Santa Cruz de Busaco. Dit convent és lo desert dels pares carmelites descalços. Nos refusaren l'entrada perquè no teníem ordre del provincial, però després, donant una caritat ab títol de benefactors, nos deixaren entrar. Lo convent està circuït d'una muralla. Puja fins al més alt de la muntanya de Busaco, ab molt bosc [i] algunes cascades d'aigua. Hi ha molts "azereiros", alguns plàtanos, però sobretot del Cupressus lusitanica, patula fructu minori, que anomenen "cedros" (vide Grisley Vivi. In Epist.), los quals deuen ésser vinguts de les Isles Terceres. Se fan arbres molt alts, i són encara los primers que plantaren, però vui passen de mil arbres los que hi ha. Se compten onze ermites, a on habiten religiosos, i també molts oratoris dels passos de la passió, a on hi havia les figures, cosa molt mal feta. En dit convent habiten vint-i-quatre religiosos, a on no mengen sinó peix sec, i guarden silenci. En cada celda hi h un petit jardí. En fi, després de dues hores passat migdia, partirem. I passant per altre camí, passàrem per un altre llogaret anomenat Vacarissa, i després haver fet una lleuga bona tornàrem a Miallada. I en arribar, partirem, i anant per bon camí ab moltes oliveres, després de dues lleugues, arribàrem, a entrada de fosc, a una vila anomenada Avelans do Caminho, cerca de Coimbra, i altres viles de la província de Beyra. Se mengen molts llobins, primerament remullats, per llevar-los l'amargor."





            Cuando Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708) muere repentinamente en plena madurez, Guy Crescent Fagon (1638-1718), el iconoclasta, hiperactivo y ahora ya todopoderoso superintendente del Jardin du Roi de París, repite la jugada que tan bien le había salido 27 años antes, cuando lo nombró profesor de botánica. Ahora el elegido es otro joven, de 23 años, recientemente doctorado en medicina en Montpellier y desconocido, pero también discípulo, como Tournefort, de Pierre Magnol (1638-1715), apenas recién llegado a París, y a quien sólo conocía de verlo dos o tres veces por el Jardín del Rey con sus paquetes de plantas. Antoine de Jussieu (1686-1758) había ido a París para conocer a su admirado Tournefort y para asistir a sus clases, pero el fatal accidente que le provocaría rápidamente la muerte hizo que la relación fuera muy breve. Y, sorprendentemente, lo sustituye.


Fagon había sido el impulsor de la figura del botánico-informador –espía dirían otros que recorre tierras extranjeras y emite informes más o menos confidenciales. El caso más exitoso fue precisamente el viaje de Tournefort a Oriente, pero también lo había intentado enviando a Charles Plumier (1646-1704) y Louis Feuillée (1660-1732) a América. Es de suponer que tras la Guerra de Sucesión a la Corona española, con un sobrino del rey de Francia en el trono de España, la situación era propicia y la tentación irresistible. Así, entre octubre de 1716 y mayo de 1717 una expedición organizada por la Academia de Ciencias de París, bajo los auspicios del rey de Francia, y dirigida por Antoine de Jussieu, entonces demostrador de plantas en el Jardin du Roi, recorrió España y Portugal con el objetivo oficial de recoger plantas y hacer observaciones sobre la flora y la vegetación. Además de Antoine de Jussieu, iban Philippe Simoneau (1685-1753), dibujante y grabador de la Academia y Bernard de Jussieu (1699-1777), estudiante de medicina y hermano pequeño de Antoine. En Barcelona se añadió Joan Salvador i Riera (1683-1726), el primogénito de la tercera generación de la ilustre estirpe barcelonesa de boticarios y naturalistas. El abuelo, Joan Salvador i Boscà (1598-1681), farmacéutico, probablemente influenciado por su hermano mayor, que había estudiado con Francisco Micó (1528-1592), inició las colecciones y la biblioteca y estableció correspondencia con muchos de los botánicos de su tiempo, entre los que destaca la relación con Jacques Barrelier (1606-1673), a quien había alojado en casa en una estancia en Barcelona durante la Guerra de los Segadores. El padre, Jaume Salvador i Pedrol (1649-1740), también boticario, ya había estudiado botánica en Montpellier con Pierre Magnol. El año 1680 recibieron en su casa de Barcelona a un joven Joseph Pitton de Tournefort, recién  licenciado en Montpellier, al que habían asaltado y desvalijado en los Pirineos; lo acompañó en su primer gran viaje hispánico hasta Valencia, estableciéndose entre ellos una fuerte amistad; continuó agrandando el herbario y la biblioteca y se relacionó con los principales botánicos europeos.
Joan Salvador i Riera (1683-1726) [de Viquipèdia]


Joan Salvador i Riera estudió también en Montpellier (1704-1705) donde coincidió y probablemente conoció A. de Jussieu y en París (1705). En la capital se alojó en casa de Tournefort y antes de regresar a Barcelona, ​​a finales de 1706, aun estuvo viajando por Italia. Más tarde, desde mediados de 1711 hasta primeros de 1712 exploró Mallorca y Menorca. Ya de vuelta en Barcelona, ​​es cuando recibe la invitación de Antoine de Jussieu para incorporarse a la expedición de exploración de España y Portugal. El viaje empieza en Barcelona, ​​en Cataluña pasan por Montserrat, Manresa, Santa Coloma de Queralt, Poblet, Scala Dei, el Perelló, Tortosa y entran en Valencia por Vinaròs. A grandes rasgos, continúan hacia Valencia, Gandia, Alicante, Murcia, Málaga, Sevilla, Elvas, Lisboa, Ponferrada, Madrid y vuelta a Barcelona por Zaragoza y Lleida. De los casi siete meses de viaje, estuvieron cerca de uno por Cataluña y Valencia, uno y medio por Andalucía, cerca de tres en Portugal y casi uno por León y Castilla.


El texto publicado lo estableció Ramon Folch Guillén a partir de tres manuscritos: el dietario entero del viaje de Joan Salvador, la copia "en limpio" que hizo el mismo Joan Salvador al regresar a Barcelona, donde a menudo modifica y amplía algunos de los párrafos del cuaderno de viaje del que tan sólo se conoce la parte entre el 30 de octubre y el 30 de diciembre, y una copia parcial de la versión en limpio, hecha probablemente por el abad Pourret, que va desde el 7 de octubre hasta el 1 de noviembre. De resultas, la descripción del viaje hasta el 30 de diciembre, en Sevilla, en general es más rico en detalles, mientras que el resto es más esquemática. Todos estos manuscritos se encontraban entre los materiales del Museo Salvador, depositado en el Jardín Botánico de Barcelona, pero de donde, según Ramon Folch*, desaparecieron de la Biblioteca Salvador posteriormente a la publicación de su trabajo.
Principales ciudades por donde discurrió el viaje y fechas [de Folch, 2014]


            El diario de viaje es básicamente geográfico, descriptivo de los lugares por donde pasan y donde se alojan, en el que se indican distancias entre poblaciones y cultivos, y con pinceladas sobre el paisaje; tan sólo de vez en cuando se refiere a las plantas o la vegetación o da noticia sobre las costumbres locales: antropología, indumentaria, gastronomía ... La información sobre las grandes ciudades (Valencia, Granada, Sevilla, Lisboa, Madrid... ) es más extensa y detallada, destacando sobre todo la extensión y algunos detalles de su estancia en Granada. La rutina diaria que nos presenta es siempre muy parecida: pernoctar en algún poblado y a la madrugada siguiente oír misa si pueden, caminar hasta llegar a algún hostal donde puedan comer y luego continuar haciendo camino hasta el atardecer. Cuando están en las ciudades, indica los principales monumentos generalmente iglesias que visitan o señala los personajes más o menos prominentes que visitan, aunque siempre son anotaciones esquemáticas pero informativas. En general, ofrece la imagen de un país empobrecido y hambriento, con los caminos inseguros y con unos viajeros que a menudo no encuentran lugar para dormir o nada para comer. También es verdad que deja constancia de la excepción: "... nos quedàrem a dormir en una casa de pagès de Bartholomé Assienzo. "Y el territorio se llama El Cabecito de Fratil", i són de la parròquia de Lorca, encara que [en] dista més de quatre lleugues. Fórem molt ben tractats, donant-nos llomillo i altres de tocino per a menjar. Feia fred i dormírem prop lo foc, tenint abundància de llenya". En general, en Cataluña y Valencia los destrozos de la guerra aún son evidentes. A modo de ejemplo, transcribimos el día de la llegada a Lleida: "Lo dia 26 [maig], dimecres, partírem de Fraga. Poc després, a on hi ha una fita, és la separació d'Aragó i Catalunya. Entràrem en l'última. Passàrem Alcarràs, molt derruït. I havent fet quatre grans lleugues passàrem baix Gardeny, i després entràrem en Lleida, a on estiguérem tota la tarda. Passa el Segre. La ciutat, molt destruïda. Los canonges oficien en Sant Llorenç".


            Joan Salvador i Riera mantuvo la relación con los Jussieu, sobre todo con Antoine, y también con otros botánicos europeos, entre los que destaca el holandés Herman Boerhaave (1668 a 1739). Parece que llegó a escribir un Botanomasticon Catalonicumdel que hoy día tan sólo conocemos el título. Con su muerte, relativamente joven, comenzó la decadencia de la estirpe. Su padre le sobrevivió y su hermano Josep (1690-1761) aún herborizó y continuó manteniendo las relaciones epistolares con los botánicos europeos, pero destacó sobre todo por ordenar y mantener el gabinete de historia natural de la familia. Éste, durante los años posteriores y hasta bien entrado el siglo XIX, sería lugar de visita obligada para los naturalistas europeos de paso por Barcelona.


            En cambio, el linaje de los Jussieu inició aquí su engrandecimiento, que los llevaría a dominar la botánica parisina hasta bien entrado el siglo siguiente. Antoine, en 1714, ya se había encargado de la edición de la obra póstuma de Jacques [Jacobus] Barrelier (1606-1673) [Plantae por Galliam, Hispaniam te Italiam observatae ...]; como resultado del viaje por España y Portugal publicó en las memorias de la Académie des sciencesvarios trabajos referentes a industrias españolas "estratégicas", como exportadoras hacia Europa de productos valiosos: uno sobre la naturaleza y extracción del yeso de Almazora, otro sobre la explotación del cinabrio en las minas de Almadén y el tercero, sobre la elaboración de la barrilla o sosa de Alicante. Parece que la Academia le recordó alguna vez su compromiso de publicar la lista de plantas del viaje, pero otras actividades la aclimatación del café, el estudio del caucho o la búsqueda de antipalúdicos, entre otros requirieron siempre su atención prioritaria. Bernard, estudió medicina y compaginó su práctica con la botánica, fue nombrado profesor de botánica a partir de 1722 y, aunque publicó muy poco, sus ideas sobre la clasificación de las plantas, basada en caracteres morfológicos y embrionarios, quedaron plasmadas en la ordenación de las plantas del jardín del Trianon de Versalles. El hermano pequeño, Joseph (1704-1779), una vez licenciado también en medicina viajó a América como botánico de la expedición de La Condamine de 1735, pero al finalizar no retornó a Francia, sino que se quedó en América del Sur hasta su regreso en 1771, ya muy enfermo, y sin los manuscritos ni las colecciones botánicas, la mayor parte de las cuales se perdieron. El sobrino de todos ellos, Antoine-Laurent de Jussieu (1748-1836), desarrolló las ideas de su tío Bernard sobre clasificación de plantas, adoptando de forma consistente el concepto de familia; su obra Genera plantarum secundum ordines naturales deposita ... (1789) es la base de los sistemas naturales de clasificación de plantas, que rigieron hasta bien entrado el siglo XX. Su hijo, Adrien de Jussieu (1797-1853), profesor del Museo Nacional de Historia Natural, profundizó en el estudio de algunas de las familias de plantas y fue uno de los impulsores de la geografía botánica.


            El epónimo Salvadorahonra la familia Salvador. Lo creó el botánico suizo nacido en Grenoble Laurent Garcin en 1749, en memoria sobre todo de su amigo Jaume Salvador, con quien había colectado por los alrededores de Barcelona antes del asedio de la ciudad de 1713.


                                                                                      
Joan Salvador (edició a cura de Ramon Folch i Guillén, 1972). Viatge d'Espanya i Portugal (1716-1717). Edicions 62, Barcelona. 105 [+ 4] p.

* Ramón Folch (2014). Botánica para después de una guerra. El viaje de Joan Salvador i Antoine de Jussieu por España y Portugal. Mètode Science Studies Journal 4: 125-131. [https://metode.cat/wp-content/uploads/2013/12/79CA2_botanica_despres_guerra.pdf]



Related articles